Manga de langostas

 

Me habían ya comentado
que la langosta era brava,
yo siempre veía una
pero a mí no me asustaba.

Como las duras langostas
de patas anaranjadas
saben bien su recorrido
no se las ve por las playas.

Pocas vienen a los pueblos,
una, quizás, extraviada.
Buscan campos, sembradíos
para allí dañar con ansias.

Una tarde de verano
en el campo me encontraba
en el patio, bajo un sauce,
tomando mates estaba.

Mi hermana con sus tres hijos
se levantó raudamente
al oír fuerte zumbido
que venía del oeste.

Sus miradas elevaron
hacia el cielo infinito.
Yo las seguí con mis ojos
al escuchar el zumbido.

Era algo atronador;
venía sombreando el cielo.
Mi hermana, con desconsuelo,
pedía a nuestro Señor.

Una manga de langostas
se acercaba a nuestros campos,
haciendo oscuro el cielo.
Tuvimos gran desencanto.

Mi hermana con sus tres hijos
seguían mirando el cielo;
no miraban las langostas:
reclamaban al Eterno.

Pedían que aquella masa
de millares de langostas
no parara en sus trigales
y se fuera hacia la costa.

Así, más cerca el zumbido,
vimos pasar a diez metros,
formando una negra nube,
a los millares de insectos.

Y así, sencillamente,
con devoción y oración,
las temerarias langostas
saltaron a otra extensión.

No pararon el campo;
seguro venían llenas
destruyendo otros trigales,
dejando cañas, apenas.

Gracias dimos al Señor
por escuchar nuestros ruegos.
Pasaron por el trigal
pero no se detuvieron.

 

 

Teresa Rosa Coustés de Ciccio fue una poetisa argentina nacida en 1934. Integró tanto la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires como la Sociedad Argentina de Escritores. Se unió a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ya siendo adulta en la década del 80. Por esa época publicó su primer poemario, Recopilando recuerdos, y dos décadas después publicó su segunda antología, Memorias en verso. Ambas obras recogen vivencias personales volcadas en verso. Falleció en 2018, a los 84 años de edad.